jueves, 13 de noviembre de 2014

PASTEL DE CALABACIN Y POCAS HORAS DE SUEÑO


Últimamente no tengo tiempo ni para dar rienda suelta a mi faceta narcisista y mirarme en el espejo. True story.

Así que hoy no te voy a contar el origen histórico de la receta que te traigo porque sus raíces se hunden en un pasado tan remoto como el último fin de semana cuando, tras haberme tirado cinco días alimentándome solo si me acordaba y con lo primero que pillaba a mano, decidí que iba a comer algo “de verdad”, comida caliente, de esa que se cocina y no viene en una caja, aunque fuera por una vez en la  semana, recurriendo solo a lo que encontrara en mi frigorífico porque tampoco tenía tiempo para darme un paseito hasta el supermercado más cercano y conseguir víveres.

Lo primero en lo que reparé,al abrir el frigorífico, es en que tenía varios calabacines gritando que iban a echarse a perder en breve si no daba buena cuenta de ellos. Los calabacines son una verdura con bajo contenido en hidratos de carbono y sodio, lo que los convierte en un alimento ideal para cualquier dieta pero, normalmente, están relegados a ser los segundones de un plato porque no tienen un sabor muy potente, así que terminan acompañando a algunas  verduras a la plancha o se integran con otras en un pisto…  Es como el típico amigo que está de relleno en una fiesta sin saber muy bien quién ni por qué lo invitó.  Y hablando de rellenos, hasta cuando te comes calabacines rellenos lo que te importa es lo de dentro... La verdad sea dicha, a esta verdura, en cuanto a sabor con “personalidad”, le gana por goleada la berenjena. El pisto que lleva berenjenas se nota, tiene algo, es diferente. Cuando te comes una musaca la berenjena destaca por encima de la papa y hasta de la carne, si me apuras… Sin embargo, cuando el calabacín se cocina y suelta toda el agua que lleva dentro, se queda en poca cosa sin chicha ninguna.

El caso es que, tras semejante reflexión, producto sin duda alguna de las pocas horas de sueño que llevaba a las espaldas, decidí hacer algún plato resultón con los pobres calabacines.

Se me ocurrió hacer un pastel de calabacines y he aquí el resultado.

Los ingredientes que necesitas para resarcir a los calabacines y hacer con ellos un plato en el que sean los protagonistas son 3 calabacines, 1 cebolla grande, 50 gr. de chóped, 100 gr. de queso rallado, 200 ml de leche, 5 huevos, sal y pimienta.

La elaboración tiene menos historia y complicaciones que el origen del plato. Corta en brunoise (cuadraditos pequeños) la cebolla y ponla a freír. Mientras, corta en daditos los calabacines y mételos en un bol en el microondas durante 10 minutos. Cuando la cebolla esté doradita agrega los calabacines con un poco de sal y rehógalos durante unos minutos hasta que terminen de perder toda el agua. Agrega, entonces, el chóped cortado en cuadraditos muy pequeños. Luego, bate los huevos, agrega la leche y el queso rallado y salpimienta esta mezcla. Para acabar, solo queda echar el sofrito de calabacines en un recipiente de horno, verter la mezcla de huevos por encima y meterlo al horno, precalentado previamente, a 180º con calor solo por abajo durante 25-30 minutos.


Y listo. Un plato sano, que se puede comer caliente, tibio e incluso frío. Así que ya puedes irte directo al frigorífico que de seguro tienes algunos calabacines a los que resarcir con esta receta.


*Receta publicada en la sección de Gastronomía de La voz de hoy

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