viernes, 19 de junio de 2015

PROPUESTA PARA CUMPLEAÑOS 2: LA TARTA DE QUESO MÁS FÁCIL DEL MUNDO.


El título de esta receta no es nada pretencioso. Te lo aseguro. Hoy te voy a enseñar a hacer la tarta de queso más fácil del mundo. Sin contar, por supuesto, con esos preparados de sobre a los que alguna vez has recurrido para salir del paso. Sí, no lo niegues, a todos nos ha tentado la vena fullera alguna vez en la vida. Pero hay que ser fuerte y resistir, esos mejunjes, en el mejor de los casos, solo saben a pastillitas de chuches. ¿Las recuerdas? Esas que antaño vendían engarzadas en un elástico en forma de collar o pulsera. Las niñas nos pasábamos dos o tres días jugando con tan perecederos abalorios y cuando nos cansábamos nos comíamos las pastillas, sin importarnos el polvo que hubieran cogido durante nuestros días de juego. Y adiós bisutería de azúcar. Claro que gracias a eso, en mi niñez, yo tenía un buen sistema inmunológico no como ahora que la más mínima motita de polvo me hace estornudar como si no hubiera un mañana y me deja llorando por las esquinas a moco tendido.

Algún día escribiré sobre las chucherías de los 90 y sus extraños beneficios. Pero hoy, ya que te la receta de la tarta de queso que te traigo es tan sencilla, te voy a ilustrar un poquito porque hace ya algunas entregas que no te cuento curiosidades históricas.

No sé por qué asociaba el origen de la tarta de queso a Italia. No ha sido hasta que he me he puesto a rastrear su historia cuando he descubierto que su origen se remonta mucho tiempo atrás en la Antigua Grecia.

Es evidente que con el paso de los años la receta ha sufrido muchas variaciones pero el germen estuvo en un pastel de queso que llegó a ser el alimento de los primeros atletas de los Juegos Olímpicos, nacidos en  el 776 a. C., por considerarse una muy buena fuente de energía.

Entiendo que hoy día nos resulte difícil creer que ese mazacote delicioso que conocemos como tarta de queso dé energía, porque lo que a nosotros nos suele dar es un sueño de esos que vaticinan siestas legendarias. Pero es que fueron los romanos quienes después, cuando conquistaron Grecia, hicieron de su capa un sayo con la receta y le dieron consistencia añadiéndole huevos y horneándola —entre ladrillos calientes, nada de hornos pirolíticos, no nos pasemos con la imaginación—. Desde entonces, comenzó a extenderse por toda Europa sufriendo modificaciones y variando de queso empleado para su elaboración dependiendo del país. Y, como no podía ser de otro modo, la tarta de queso terminó por cruzar el charco. Por eso hoy es fácil encontrarla en la carta de cualquier restaurante americano, por ejemplo.

Las muchas recetas que podemos encontrar de esta rica tarta se diferencian entre las que se hacen en caliente y las que se hacen en frío.

La receta de tarta de queso que yo hoy te traigo no necesita horno. Es mucho más fresca y ligera que los mazacotes de horno —que también me gustan— y mucho más fácil y rápida de preparar. Dudo que encuentres una receta más sencilla que esta. Además, es una opción ideal para el verano cuando apetecen postres y meriendas frescas. Por eso, hace unos días cuando cumplí años y quise auto-agasajarme, elegí hacer esta tarta de queso. La vejez se lleva mejor con dulces caprichos.

Los ingredientes que necesitas para esta tarta de queso son 2 tarrinas de queso de untar (tipo Philadelphia), 500 ml de nata para montar, 6 láminas de gelatina neutra, 1 yogur natural, 1 paquete de galletas, mantequilla, azúcar y 1 bote de confitura de fresa.

Te aconsejo, también, contar con un molde redondo desmontable.

Los pasos a seguir son muy fáciles.

Primero tritura la galleta y añade mantequilla a temperatura ambiente hasta hacer una pasta y extiéndela por la base del molde. Esta es la típica base de galleta triturada de muchas tartas por lo que te recomiendo que la cantidad de mantequilla la eches a ojo y recuerdes que no debe estar derretida completamente.

En un bol, prepara el relleno. Mezcla las dos tarrinas de queso de junto con la nata para montar —pero no toda, reserva unos 50ml. aprx.—, el yogur y 6 cucharadas de azúcar. Aunque sea nata para montar, ya que la tarta lleva gelatina neutra no tendrás que montarla. Eso te va a ahorrar tiempo y esfuerzo. Asegúrate de remover muy bien la mezcla hasta que no queden grumos. Luego añade las láminas de gelatina. Te aconsejo que primero las hidrates durante diez minutos en  agua fría y calientes la nata que has reservado previamente para disolver en ella las láminas, pues en frío no se disuelven bien.

Una vez hayas agregado las láminas de gelatina neutra disueltas, echa la mezcla en el molde con la base de galletas y reserva en la nevera durante al menos doce horas.

Antes de desmontarla cúbrela por arriba con confitura de mermelada de fresa.  Yo utilizo confitura para que la capa superior quede lisa y sin trocitos, pero si no tienes, puedes batir mermelada. También puedes sustituirla por mermelada de otro sabor que te guste más.


Como ves, esta tarta de queso consiste solo en hacer la típica base de galletas. Un relleno que no tiene complicación ninguna más que mezclar ingredientes y una cobertura tan simple como untar mermelada. Y el resultado no puede estar más rico. Esta es mi tarta de queso preferida, con diferencia. Espero que te animes a hacerla y te guste tanto como a mí.

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